martes, 2 de octubre de 2012

Superhéroes sueltos


En el marco de la IV edición del Festival de historieta Viñetas Sueltas, el dibujante Max Aguirre entrevistó a Leonardo Oyola por los cruces entre historieta y literatura en su novela Kryptonita.


(Por Florencia Parodi) La cuarta edición del Festival Internacional de Historietas Viñetas Sueltas, que pone el acento en la producción argentina y latinoamericana, se desarrolla desde el domingo pasado en seis sedes distintas: Malba, ECUNHi, CCEBA, Alianza Francesa, Centro Cultural Coreano y Tecnópolis. La primera jornada estuvo dedicada al cruce entre la historieta y la literatura, y en ese marco tuvo lugar la entrevista en la que el dibujante Max Aguirre interrogó a Leonardo Oyola por su novela Kryptonita, donde el cruce entre estas disciplinas es fundamental. La novela parte del concepto de “Elseworld”, es una adaptación de la historia de los superhéroes de DC llevada al escenario de La Matanza. Max y Leo se conocen hace mucho, los dos crecieron en Casanova y vinieron a Capital para trabajar, así que la entrevista tuvo un tono todavía más amistoso que el que suelen generar ellos en cualquier lado.

Atrás del sillón donde estaban sentados entrevistador y entrevistado se proyectó un continuum de videos de los ochenta: Europe, los Guns, Madonna, “Moonwalker” de Michael Jackson, Creedence y Genesis fueron algunos de los que pasaron por la pantalla. Además, durante la charla Oyola citó a Sting para explicar la circunstancia que atraviesan los personajes de la novela y contó una efeméride trucha que dice que las favelas nacieron en el primer Rock in Río, cuando Scorpions tocó una versión de “Aún te amo” de veinte minutos y el público del Maracaná se reprodujo instantáneamente con los que tenían cerca. “Me parece que a veces lo literario es muy solemne y que no da hacerse el otro. ¿Qué fueron las cosas que nos formaron a nosotros? Obviamente leer, también leer mucha historieta, y este tipo de canciones. Nos poníamos botas texanas JR, íbamos a los videobar, pasaban este tipo de música y ahí empezaba la tarea de escritor, porque ahí empezabas a chamullar”.



En ese marco de recuerdos ochentosos la entrevista arrancó con una pregunta por el germen de Kryptonita, algo que se puede rastrear ahora que el libro está terminado. Lo primero que el autor identificó como raíz fue un grupo con el que se reunía hace ocho años, cuando todos estaban haciendo sus primeras armas en la literatura. Se llamaba Sociedad Misantrópica del Buje Limado, estos últimos dos términos como eufemismo consciente de que “había que pelarse el culo para vivir de esto”. Cuando se estrenó la primera Batman de Nolan uno de los integrantes de la Sociedad les hizo notar a los demás que Christian Bale nació en el 74 y que por lo tanto era la primera vez que iban a ser más viejos que Batman. Con eso les arruinó la noche, cuenta Leo. Tiempo después otro de los miembros, crítico de cine, encontró un prólogo de Frank Miller para la edición de los diez años de El Regreso del Señor de la Noche donde decía que le había pasado lo mismo: cuando se dio cuenta de que era más grande que Batman no lo pudo tolerar, entonces se puso a escribir.

Pero el planteo del proyecto en el caso de Oyola fue, según él, más mercenario. La editorial le había hecho un contrato abierto y le pedían una línea para saber de qué iba la novela. Él no tenía nada escrito pero incentivado por el adelanto y a partir de una charla que había tenido con Sasturain, les dijo que iba a tratar sobre un superhéroe pensando que iba a ser Batman. Después se hizo cargo de que las primeras películas que vio y lo que más lo movilizó fue el tema de Superman: “Hilando un poco fino, el asunto de que al tipo que es aparentemente indestructible lo único que es capaz de matarlo son los restos del lugar de donde vino”. Recién instalado en Capital y recién decidido a dedicarse a la escritura, Oyola pensaba en el ancla que puede llegar a ser el lugar de origen. “¿Qué era para nosotros, siendo de Casanova, la kriptonita? Quedarnos allá”, le dijo a Max.



Una vez que encaró la novela vino la idea de narrarla desde un médico nochero y armar la banda del protagonista de la historia con personajes que fueran sus relecturas de Batman, Flash, Linterna Verde, la Mujer Maravilla, la Chica Halcón y el Detective Marciano. Quiso “contar la historia de este tipo sin nombrar nunca que era Superman; hacer todos los guiños y ser híper respetuoso con el lector de comics, pero no dejar a nadie afuera de la fiesta”. Es decir que la idea inicial fue armar un híbrido con la reescritura de la historieta mezclada con cosas propias (Oyola se hace cargo de queKryptonita es su novela más autobiográfica).

Max Aguirre se dirigió al público y recomendó el libro a los historietistas especialmente, porque son los que pueden entender todos los guiños que tiene –aunque estos no sean indispensables para la lectura–. “Kryptonitaestá escrito por un obsesivo fanático de la historieta, del cómic americano, así como del cine”. Aunque imite la estructura y ciertos episodios de la vida de Superman, el derrotero del personaje de Leo es otro. El dibujante confesó que la división entre bien y mal que hay en la tira y la idea de bien tan asociada al orden establecido es algo que lo aleja, y le preguntó a Leo por qué tomó la decisión de hacer de Nafta Súper el líder de una banda de delincuentes. La razón pasa por su premisa de no juzgar a los personajes. Al igual que en la mesa sobre Imaginarios suburbanos que tuvo lugar en el mismo auditorio en el Filba del año pasado, Oyola explicó que es consciente de estar narrando un fragmento de la vida de ellos y que a todos nos ha tocado, en distintos momentos, actuar del bueno o del villano invitado, no es algo definitivo. “A estos personajes los quiero mucho porque tienen bastante de mi hermano y de gente con la que uno supo ranchear”. Nafta Súper nunca habla, su historia se reconstruye a través de los otros, que están ahí porque deciden aguantarlo la noche en la guardia y prefieren exponerse en vez de dejarlo morir porque son una familia en los términos en los que la entiende el autor: aparte de lo sanguíneo, los amigos escogidos. Por eso, dijo, se saca el sombrero. En este sentido otro factor que tuvo en cuenta del Superman de la historieta pero sobre todo del de la película de Donner es la relación padre-hijo, no solo biológica, sino también la adoptiva. Leo contó que mientras escribía la novela su hijo creció rápido y empezó a hablar, entonces también exploró con la escritura su relación con él.



Oyola considera que la historieta atraviesa un momento celebratorio: resaltó que la distribución creció, que ocupan mesas en las ferias, y que de hecho esa misma jornada del Festival con tres actividades en el Malba lo comprueba. “Todo esto es como esa frase de Arlt: “prepotencia de trabajo”, dijo. Le parece genial la tribu que se armó, cómo se empezó a laburar y que la historieta tenga entidad, no para que la cultura sea popular, sino para que se pueda elegir.

La última pregunta de la entrevista apuntó a los libros por venir. Leo contestó que está escribiendo una novela que se llama Ultratumba, que transcurre en un penal de mujeres y es la historia de una separación entre una reclusa y una guardia cárcel, no desde lo más íntimo sino en ese escenario. “En el medio se arma un motín y se mete un elemento fantástico. En muchos penales hay un pabellón no declarado: el pabellón donde dejan a los enfermos en fase terminal de una enfermedad infecto contagiosa y a los adictos al Paco, que lamentablemente tienen mucha similitud con el zombie”. En la novela va a plantear qué pasaría si esta gente que es consciente de que la están dejando morir ahí volviera con esa rabia. Una novela con zombies que tampoco va a nombrar a los zombies, cuyo hilo principal va a ser la historia de amor en ese escenario. “Vos siempre en esos ambientes tan agradables”, lo acusó, irónico, Max Aguirre. Igual de la mano de Oyola, calle, hospitales o penales, historia e historieta, siempre da gusto. Al final de la charla pidieron una foto desde atrás del sillón para que los padres les creyeran que no fueron a visitarlos el domingo porque tenían que hablar frente a un auditorio. Está documentado.