domingo, 8 de abril de 2012

Boom del policial

DE LA MANO DE LOS NUEVOS ESCRITORES EL GÉNERO IMPONE SU VIGENCIA.
El nuevo e indiscutible auge del género negro y policial en Argentina tiene su explicación. El crimen sigue siendo un eslabón indiscutido de las sociedad y el avance de las desigualdades sociales –con un crecimiento exponencial en la década del 90– ha posibilitado la aparición de un conjunto de narradores que supieron amalgamar la realidad con la literatura para crear obras que son un espejo de la época.
Que se realicen dos festivales de novela negra en Argentina es, como mínimo, un dato que confirma el apogeo del género. Emulando a la Semana Negra de Gijón, Meca del género negro y policial, el Festival Azabache del género Negro y Policial, que se realizará en Mar del Plata, entre el 10 y el 13 de mayo en su segunda edición, marcó el camino para que, en Capital Federal, naciera Buenos Aires Negra (BAN!) –confirmado para la semana del 11 al 17 de junio.
Ambos festivales contarán con la presencia de los más destacados exponentes del género, tanto en la literatura como en el periodismo. La no-ficción policial, engendrada desde el seno del lenguaje del policial negro, tendrá su lugar entre la ficción.
A la presencia en Mar del Plata de escritores internacionales como John Lee Anderson (famosísimo cronista de guerra estadounidense), el colombiano Santiago Gamboa, el mexicano Jorge Volpi, el peruano Fernando Iwasaki y el argentino residente en Madrid Carlos Salem, se suman los escritores locales: Mempo Giardinelli, Juan Sasturain, Mercedes Giuffré, Guillermo Martínez, Claudia Piñeiro, Federico Jeanmarie, Leonardo Oyola, Gustavo Nielsen, Alejandra Zina y los cronistas Josefina Licitra, Cristian Alarcón, Javier Sinay, Sebastián Hacher y Rodolfo Palacios, entre otros.
Muchos de estos nombres se repetirán en el BAN!, sumados a los españoles Andreu Martin y Cristina Fallarás, el argentino residente en Barcelona Raúl Argemí y los argentinos Vicente Battista, Ivonne Bordelois, Pablo de Santis, José Pablo Feinmann, Sergio Olguín y Juan Terranova.
Por si dos festivales fueran poco, otra muestra contundente del renovado romance entre la literatura negra y el lector es la aparición hace unos años de la colección “Negro Absoluto”, dirigida por uno de los exponentes más notorios del género, Juan Sasturain.
Un grupo de autores argentinos componen una serie de libros que recuperan al investigador como eje de la trama, y que ya superó la decena de libros publicados.
“Negro Absoluto” retoma el eje de la novela negra clásica pero al ritmo nacional. La figura infaltable del investigador no está encarnada siempre por un detective privado. Este punto ha sido un gran debate entre los escritores argentinos que se volcaron al género.
La ausencia de actividad de detectives privados en nuestro país y la sospecha constante sobre el accionar de la policía, dificulta la construcción de personajes verosímiles. De allí que la figura de periodistas, abogados o personas comunes hayan acudido al rescate del género.
Pero esto no es monolítico, el propio Sasturain trabaja en su serie policial, iniciada con Manual de perdedores , la figura de un investigador privado argentino, paródico al extremo con la imagen icónica del detective impuesto por autores como Dashiell Hammett y Raymond Chandler. El acuerdo entre autor y lector en el marco de la ficción puede dar la chance de la existencia de este tipo de personajes. Por el contrario, Ricardo Piglia ­ha expresado en más de una oportunidad que el futuro de la novela negra tenía que ver con la desaparición del detective.
Otro dato que da cuenta de la potencia del género hoy: de los cuatro libros que quedaron finalistas del Premio Libro del Año de Eterna Cadencia –en que votan escritores, académicos y periodistas especializados– tres son negros. Entre ellos, el ganador, Kryptonita , de Leonardo Oyola.
Y siguen sumándose voces al género, uno de los que mejor ha logrado expresar la esencia del ser humano y por lo tanto, de las diferentes sociedades.
Reynaldo Sietecase, autor de Un crimen argentino y A cuántos hay que matar , expresa con claridad esto. En la primera de las novelas, Sietecase elige el contexto de la última dictadura militar para narrar la búsqueda de un hombre por conseguir el crimen perfecto. Sin cuerpo no hay delito y por eso la desaparición del cadáver se convierte en la clave. El mismo personaje será el que en la segunda novela juegue el rol de nexo en la venganza de un empresario al que le asesinaron a su hijo. Publicada en 2010, los guiños indiscutibles hacia el caso Blumberg, convierten a la novela en un relato de época amparado en la ficción.
Por otro lado, el best seller y premio Clarín 2005 Las viudas de los jueves , de Claudia Piñeiro, nos permite ver el contexto de la crisis de 2001, atravesado por una trama policial que deriva de la debacle de un grupo de familias que viven en un country . El adentro y el afuera que describe Piñeiro nos da la temperatura de una época clave en la historia reciente argentina. Algo similar logra con Betibú , en la que el debate sobre el rol de los medios de comunicación sirve de soporte para el policial.
La trata de personas y el sujeto marginado son hoy temas salientes que se constituyen en material para la ficción. En el primero de los casos, un ejemplo: La inauguración , de María Inés Krimer.
En el segundo la paradigmática obra de Leonardo Oyola, en la que aparece el tema de la fe como elemento distintivo. La irrupción del lenguaje de los sectores sociales representados sin filtros apocados, ayuda a la construcción de tramas con una profunda crítica social. Algo similar sucede con el Guacho Martín Fierro de Oscar Fariña.
Sangre, violencia, sexo, traición, amor, pólvora, deseo y lealtad son los condimentos de un género que crece al calor del ser urbano y que muchas veces supera a la ficción.