miércoles, 4 de enero de 2012

Superhéroes populares


(Por María José Sánchez). Los héroes y los superhéroes difieren en algo fundamental: los poderes. Los primeros hacen cosas excepcionales en momentos trascendentales, armados sólo con la valentía que encuentran en ese momento, los segundos son así siempre, todo el tiempo están al pie del cañón, brindando sus habilidades únicas para salvar el mundo. Los héroes hacen lo que se debe hacer, aún poniendo en riesgo su propia vida, cuando todos los demás pegan media vuelta y escapan. Los superhéroes, son distintos. Pueden nacer o no con sus poderes, pero las historietas nos dicen que nunca nos fallarán, no porque hagan tripa y corazón para salvarnos, sino porque están ahí para eso.
Todos podemos llegar a cruzarnos con la oportunidad de mostrar nuestro heroísmo, está en cada uno aprovecharla o dejarla pasar, pero no todos podremos ser superhéroes, de hecho, casi nadie. Sucede que esta forma taxativa de interpretarlos puede no ser la más acertada, puede que haya variantes, matices y hasta diferencias: ¿y si los superhéroes tienen los mismos problemas que nosotros? ¿y si viven entre nosotros, incluso, inflingiendo la ley? Esta dicotomía nos plantea Leonardo Oyola en Kryptonita, su última novela. Allí todo parece posible: una madrugada, en el Conurbano Bonaerense, el líder de una banda de criminales es ingresado de urgencia a un hospital, acompañado de sus secuaces, presenta un cuadro sumamente grave pues está apuñalado por un cristal verde. El médico de turno, un nochero que cubre a otros médicos, es increpado por quienes traen a Súper, el jefe, le hacen saber con palabras que no dejan margen de dudas que si no lo salva él también muere esa noche. Se atrincheran en la habitación y esperan a la policía.

Hasta ahí, parece que leemos una historia más de las tantas que pueden sucederse en nuestro país. Pero resulta que el médico y la enfermera deben hacer que este tal Pinino aguante, “hasta que salga el sol”. Ahí encontramos la primera pista. Los muchachos se presentan como La Banda de Nafta Súper: Ladi Di, la Cuñataí Güirá, Juan Raro, el Faisán, El Señor de la Noche y el Ráfaga. Y sus nombres ya nos empiezan a decir mucho.

Con el médico y la enfermera, —quien será la única heroína, sin poderes, con coraje— de rehenes, comienzan a contar su historia, dentro de la historia que están viviendo en el hospital. La difícil vida en las villas, las necesidades de la infancia, las ilusiones, los desamores… Mientras, afuera del hospital, se está aprestando la policía, para arremeter contra la banda. Afuera, está El Cabeza de Tortuga, Némesis de Nafta Súper, con quien ya se ha enfrentado en otra oportunidad.

A medida que la narración transcurre, Oyola nos invita al juego, no sólo de ir adivinando de qué superhéroe se trata, sino de ir descubriendo de qué lado estamos. Conociendo sus historias y sus padeceres, hasta por cuestiones ideológicas, resulta cómodo estar del lado de enfrente a la Bonaerense, lo más lejos posible: la batalla de superhéroes y villanos, ha comenzado.

Como alguna vez escribió  F. S. Fitzgerald, “Enséñame un héroe y te escribiré una tragedia”, estos personajes no poseen existencias de ensueño, son como nosotros, aunque puedan hacer cosas que los demás mortales sólo imaginamos. Esto es Kryptonita, para empezar, pero aún hay mucho por descubrir en esta novela escrita con claridad y simpleza, atravesada por el humor y el drama, como la vida.