domingo, 11 de diciembre de 2011

Un apodo que me gané escribiendo

(Por Hernán Carbonel). En su primer número (septiembre 2011), la revista La Balandra propuso como nota de tapa el debate sobre si un escritor "nace o se hace". Al margen de este planteo (por lo demás muy interesante), lo que deviene indefectiblemente en el circuito de la escritura es, claro, la publicación. Y entonces, surgen otras preguntas (por lo demás también muy relevantes): ¿por qué publicar; qué significa publicar? ¿Una necesidad intrínseca de quien escribe, el primer escalón de un camino ineludible, el certificado de que el ego tiene una razón de ser y opera en consecuencia, una fatalidad irrevocable, el peso mismo de la obra que busca trascender a su autor? Sin ánimo de responder a tantas preguntas (por lo demás a veces imposibles de responder) pero en busca de alguna de ellas, LA GACETA Literaria les pidió a una serie de reconocidos autores argentinos que testimoniaran sobre aquel paso inaugural: su primer texto publicado. Ariel Magnus, Gustavo Nielsen, Leila Guerriero, Patricia Suárez, Federico Jeanmaire, Franco Vaccarini, Leo Oyola, Samanta Schweblin, y Pablo Ramos rememoran aquel iniciático momento.


Un apodo que me gané escribiendo

Por Leo Oyola

Escribí mi primera novela en el 2004. No lo pensé dos veces y la mandé al Concurso Clarín Alfaguara. Para cuando me enteré que era uno de los finalistas del premio todavía no la había vuelto a leer desde que la laburamos con el maestro Laiseca en su taller. Así que cuando obtuve una mención mi alegría fue enorme. Porque no dejaba de pensar: esta es una oportunidad. Recuperé los tres manuscritos. Y por consejo de Lai me contacté con editoriales independientes que tuvieran buena distribución, a ver si lograba que se interesaran. Una me mató. Otra me dijo que le gustaría pero que no tenía dinero para invertir en un autor desconocido. Tres años después, durante una jornada literaria, el responsable de esa primera editorial que me leyó me pidió disculpas por lo duro que había sido. Y me dijo que evidentemente jamás hubiera entrado en su catálogo; pero que se alegraba de que mi obra hubiera encontrado su lugar. El otro editor ni bien se enteró que se publicaba me llamó para felicitarme y desearme mucha suerte. Y no deja de escribirme mails cada vez que se entera de alguna novedad mía. El tercer manuscrito llegó a las manos de Ricardo Romero. Que lo leyó. Y se divirtió mucho. Y que se jugó por lo que yo hago. Y que me publicó en la colección Laura Palmer no ha muerto. Desde entonces, por cómo se fueron dando las cosas, cuando me hablan de la novela se refieren a ella como Siete… y hay muchas personas que me dicen Tigre. Y eso me cabe mil puntos. Porque ese apodo me lo gané escribiendo. Y ese apodo me hace recordar lo que soy: un escritor. Autor orgulloso de Siete y el Tigre Harapiento, mi primera novela publicada.