martes, 25 de octubre de 2011

Superman prefiere cumbia


¿Qué hubiese sucedido si Superman hubiese caído en Argentina en lugar de Smallville? Aquí una entrevista a fondo con Leonardo Oyola sobre su reciente, y celebrada, novela Kryptonita.


(Por Augusto Munaro). Un una madrugada como cualquier otra, un médico de guardia del hospital público de Isidro Casanova –localidad de La Matanza– recibe herido de muerte al célebre criminal de la zona, Nafta Súper. Los integrantes de la banda exigen al personal médico que salven la vida de su líder, atrincherándose en el nosocomio esperando la llegada de un operativo policial. En medio de las negociaciones y antes de la inminente balacera, el doctor que atiende a Nafta Súper -narrador de la novela y testigo ocular privilegiado de los hechos- al asistirlo descubre que no se trata de un hombre común y corriente... Kryptonita (Mondadori) última novela del joven y prolífico Leonardo Oyola, proviene del concepto del cómic que es el Elseworld o el What if…  La historia fantástica que sucede en tiempo real, y se articula a través del cruce inventivo de varios géneros, nació luego que su autor se preguntara lo siguiente: ¿Qué hubiera pasado si una nave extraterrestre en lugar de aterrizar cerca de Smallville, pequeño pueblo de Estados Unidos –como aconteció con Superman– hubiera caído en un terreno baldío del Gran Buenos Aires? Kryptonita es el corolario de esa conjetura arborescente. 

El libro, por momentos, oficia de novela de superhéroes... ¿Hasta qué instancia el Pini es un Superman criollo?
No sé si criollo. Más bien matancero. Hincha de la Fragata –Almirante Brown– y habitué del Jesse James. ¡Perdón! Al final las tejanas las terminó gastando más en las pistas de Sky Lab, hoy Planeta Disco. El Pini, alias Nafta Súper, es alguien con muchos poderes. Que no sabe cómo usarlos. Mejor dicho: cómo sacarlos. Eso se vuelve malestar en su interior. Lo mismo el hecho de seguir viviendo en el barrio en el que creció: eso lo está matando.


¿Cómo sitúa la novela en relación a sus libros anteriores?
Es la más autobiográfica. De eso me tengo que hacer cargo. Y la más esquizofrénica a la hora de laburarla. Porque además del narrador principal busqué crear otras tres voces muy discursivas y de una presencia importante como lo son la del Federico, Ráfaga y la Lady Di, sobre todo esta última, para que cuenten quién es el Pini y cuál es su historia mientras que el médico de guardia es el que nos relata la acción en tiempo real.

La historia mezcla misticismo, aventura –mucha acción–, moralidad y camaradería. También homenajes adredes...
Fue darles a ellos –a los personajes– lo mejor que me pasó estando allá, viviendo en Casanova. Enseñar primero algo de lo amargo, de lo que te tenés que bancaren el día a día. Pero también mostrar todo lo que a uno le pintó una sonrisa de oreja a oreja. Hay homenajes a esos otros mundos que nos daban los libros... los de Dumas y el de Olaf Stapledon como también a esas fantasías ingenuas que uno tenía de chico. 

Producto de la televisión...
Y en el principio fue la TV, hermanos (risas). Sábados de súper-acción y Trasnoche Aurora Grundig. Robotech, División Miami y Música Total. Después, iniciando la adolescencia, aparecieron los libros. Sería necio negar en nuestra generación a la tele como formadora de narradores. Las historias que uno veía y que encima se repetían una y otra vez a los nacidos en los '70 nos enseñaron a contar. Después obviamente te terminan de tunear el cine y la lectura.


¿Y las historietas?
¡También! Totalmente. Llegué a ellas de grande. ¿Ves? Nunca es tarde. Para mi formación como escritor fue fundamental. Y ahora, cada vez que puedo comulgar con dibujantes, son experiencias únicas. De una felicidad increíble la de poder llegar a hacer alquimia entre el show que ellos proponen y la gracia de uno.

Kryptonita se desarrolla durante una madrugada, en la sala de guardia del Hospital Paroissien de Isidro Casanova. Más allá de la trama, ¿ese corte limitado de tiempo lo utilizó para condensar el potencial de su argumento?
Y también para agarrar al lector con el elemento de tensión que es el paso del tiempo. De un instante a otro se va a desencadenar el enfrentamiento. Eso creo que se palpita. La sensación de que todo lo que se cuenta es inconcluso porque estamos atentos, en una primera instancia, a que en cualquier momento se arma.

La noche les sirve a los personajes para conocerse, y lo hacen conversando vivamente. Hay una importante presencia del diálogo en su novela. Algo recurrente en todos sus libros.
Porque uno conoce a alguien charlando con esa persona o escuchando lo que se dice o se cuenta de ella. En eso, por excelencia, la situación de bar es disparadora para mí. Le da un tono. Una charla en el mostrador, intuimos que pasaron varias horas y botellas, afuera está amaneciendo, adentro las sillas están patas pa' arriba sobre las mesas. Se despachan las últimas bebidas. Ya alguien está barriendo el piso. Ahí para mí empieza todo. Entrando en esa sintonía. La de un confesionario. Después defino personajes, que se están contando y cuál va a ser el teatro. 


Hay lugar también para retratar ?especialmente desde la inflexión del lenguaje? ciertos sectores de la sociedad actual, aunque sin hacer denuncia ni mucho menos apología del delito. ¿Cómo trabaja el tono, la verosimilitud de sus personajes?
No juzgándolos. Tratando de entenderlos mientras los escribo.

La banda de Nafta Súper está conformada por Juan Raro, El Señor de la Noche, Ráfaga, Faisán, la Cuñataí Guirá y Lady Di..., una pandilla salvaje, pero donde cada cual conoce y se comporta acorde al rol que representa. Es decir con códigos definidos. ¿Cómo elaboró ese aspecto de la novela?
Logrando el equivalente a la Liga de la Justicia, que era uno de los dibujitos que veía mi hijo ese verano en el Cartoon Network. Mentira: los veía yo y Ramón conmigo (risas). Así como el Pini o Nafta Súper vendría a ser mi Superman, el resto representan al Detective Marciano, Batman, Flash, Linterna Verde, la Chica Halcón y la Mujer Maravilla. Fue hacer la transposición de Superamigos a Superbanda.

Por cierto, Pini no lucha por el Bien ?de hecho es un criminal? pero sí por su hijo.
Porque la familia es el mayor botín al que puede aspirar cualquier hombre en la tierra. 

Hay un personaje tan interesante como ambiguo en la banda de Nafta Súper: Lady Di, un travesti.
Gracias a ella terminamos queriendo y hasta hinchando por el Pini. Por su amor, devoción y apoyo incondicional hacia el Súper. La quiero mucho a Lady Di. Escribiendo la novela, con ella fue la primera con la que logré desdoblarme.



También figura El Cabeza de Tortuga -rival de Pini- y líder de la Bonaerense. Una suerte de Doomsday... ¿Recurrió a él sólo para encarnar la dicotomía del Bien vs. el Mal?
No. Lo hice porque quería recrear uno de los hitos no sólo en la historia del personaje sino en la historia mundial del cómic que fue la muerte de Superman. Reescribirla. Si bien la novela tiene muchos guiños, la idea es no dejar a nadie afuera de la fiesta. Que el que los pesque sonría cómplice. Y el que no, la disfrute igual.

Llama la atención el modo de combinar entre episodios de acción, peleas espectaculares y balaceras épicas, frases como estas dos: "El que tiene buen corazón, haciendo lo correcto se enferma", o: "Todo lo que tenemos nos lo ganamos con lo que somos". Me refiero a que sus personajes se articulan a través de pensamientos tan emotivos como inteligentes, siempre permeables a la reflexión.
Son operativos. A full. Algo de lo que los termina humanizando es verlos en el fondo cansados. Muy. No sólo el Pini. Todos. Creo que los integrantes de la banda de Nafta Súper y hasta el doctor que lo atiende y la enfermera quieren otro tipo de vida. Pero ninguno se anima a cambiar la que tiene. El Pini, el Súper, si se va, inicia un efecto dominó en varias fichas de este juego.


La crítica tiende a enraizar su obra con lo popular ya que mezcla géneros como el western y el cómic. ¿Siente que su escritura está de alguna forma en deuda con la propuesta de César Aira?
Leí muy poco de Aira. Obviamente cuando se vincula lo que yo hago con lo de él lo tomo como un gran piropo. Pero no creo que sean laureles que me correspondan. Si me hacen un ADN ojalá el resultado dé que, literariamente, soy hijo de Ernesto Mallo o de Guillermo Orsi.

¿Y con el realizador Quentin Tarantino?
Definitivamente le debo una moneda grande. Y a los tres Juanes: Carpenter, Woo y To. Me encantan sus películas y los mundos que retratan.

¿Algunos autores que está leyendo en la actualidad con entusiasmo?
Mis grandes descubrimientos de este año son Oscar Fariña y Luis Mey. Me cabe mil puntos lo que se mandaron en El guacho Martín Fierro y Las garras del niño inútil. También estuvo bueno reencontrarse con el Samuel Redhead de Mercedes Giuffré en El carro de la muerte y con el don Octavio Vázquez y López y su hija Mercedes de Diego Grillo Trubba en Crímenes Coloniales II: muerte anunciada en la semana de mayo.


Publicado en el suplemento de Cultura del diario Los Andes.