lunes, 10 de octubre de 2011

Lo que pasa después de hora

(Por Enrique Butti). Una madrugada en la guardia del Hospital Paroissien de Isidro Casanova. Un médico de guardia espera que se cumplan las últimas cuatro horas de las sesenta y ocho que viene cumpliendo como nochero, es decir, cubriendo los turnos de otros médicos que se permiten ausentarse de su trabajo, previa “vaquita” para pagar a quien los suplanta. Y sucede que este 29 de junio de 2009 verá llegar a la banda de Nafta Súper, llevando a su agonizante jefe, y amenazando al médico con que morirá si no lo salva. A lo largo de esas horas, y en medio del acoso policial, se presentan y confiesan los integrantes de esta increíble, inolvidable banda: el moribundo Nafta Súper, ya resucitado de anterior muerte; Lady Di, un travesti; la paraguayita Cuñataí Güirá; Federico; Juan Raro; el Faisán; Ráfaga y el Miguel, el perro fiel de Nafta Súper.


—La singularidad de Kryptonita, al menos en una primera impresión, es que su nivel bizarro, con no pocos aspectos fantásticos e historietísticos no impide que prevalezca un fuerte, verosímil sentido de realismo...
Si bien la palabra bizarro no me es antipática y entiendo y tampoco molesta que se vea así; preferiría pensar más en una sensación como “después de hora”. En la que pasa todo lo que nosotros habitualmente no tenemos conocimiento por estar en esos instantes dormidos. Que no lo veamos no necesariamente significa que no exista. Para la mayoría de los mortales es algo raro cuando para los que viven de madrugada es de lo más ordinario y conocido… tristemente conocido.

—El tema, los sucesos, los personajes se ajustan al carácter de lo que ha dado en llamarse “realismo duro” o “sucio”, una suerte de subgénero del policial negro. Pero en Kryptonita hay algo casi prohibido para quien se ajuste a la “corrección” de sus parámetros: la irrupción, permítame llamarlo así, del sentimentalismo (Lady D que habla al agonizante; el personaje de Nilda, la enfermera, etc.), un sentimentalismo muy efectivo que usted quizás sepa definir de una manera más justa.
Gracias a Lady Di nosotros terminamos siendo cómplices, como lectores, de Nafta Súper. El amor que le tiene ella es el motor que nos hace ver al delincuente de otra manera: mucho más humana y, por ende, cercana. Como usted bien dice, en el género más ortodoxo, por ahí no está bien visto que uno, coloquialmente hablando, largue los mocos. Lo mismo para los que se ganan el asfalto. Pero con una mano en el corazón –si vamos a la que es, dirían los pibes- uno siempre es mucho-mucho pero mucho más tiernito de lo que admite.


—Otras irreverencias dignas de festejarse en su novela son la capacidad de introducir una mística de la música y del baile, una conmovedora épica de la amistad y hasta discursos religiosos.
Y en mucho de eso entra lo autobiográfico. De todas las novelas que escribí esta claramente es la que más se nutre de uno. En la que me siento… no se si la palabra que le hace justicia es expuesto. Desnudo por ahí. Ojo: no me agarraron por sorpresa y con los pantalones bajo. Yo solito me quité la pilcha. Fue prestarle a los personajes cosas que uno tiene en su prontuario. Después tunearlas para que fueran de ellos y, ya no más, mías. Les dio vida. Y yo, como autor, pude desdoblarme de sus figuras.

—El habla de los personales de la banda utiliza términos, tics, muletillas cuya existencia podríamos constatar en una registración magnetofónica de determinados ambientes, pero si nos resulta verosímil es porque evidentemente deviene de una reelaboración, o mejor invención, que es una de las grandes tradiciones de la narrativa argentina, de Denevi a Cortázar, y de Bioy Casares a Puig.
Es una apuesta.  Poder utilizar la jerga a pleno sin dejar a nadie afuera del argot que manejan los personajes, porque considero que a fuerza de repeticiones y contexto se los llega a entender bien sin la necesidad de poner notas al pie. Estoy muy enganchado con estos procedimientos del habla, muy efímeros por sus referencias y por la velocidad de estos días. Pero por más que tengan fecha de vencimiento me parecen necesarios y me da un goce enorme poder plasmarlos en el momento en el que estoy contando estas historias.


—Los títulos de los capítulos son en forma de versos, y sólo parecen adquirir su real dimensión cuando se los lee como formando un único poema en el índice. ¿Es así?
Totalmente. Es un vicio y también una cábala de cada vez que me pongo a escribir una novela. Encontrar algo que una toda la estructura. En Siete & el Tigre Harapiento usé un disco de Duran Duran para titular sus capítulos. Para Hacé que la noche venga series del far west. En Chamamé una canción de Bon Jovi. En Gólgota los misterios para rezar el rosario. En los libros de la Víbora Blanca como salen las cartas para adivinar el futuro. En el índice de Kryptonita se lee la letra de un clásico de Poison -“Ride the wind”- reescrita en su traducción y bastante tuneada para lo que quería contar. De hecho esos versos, y la oración final al hijo, son las únicas oportunidades que tenemos de escuchar la voz de Nafta Súper.